Tengo 24 años recién
cumplidos. Soy de la generación del 86, aquella que nació cuando España
entró en la Unión Europea, con la promesa de que, a partir de entonces,
solo podía ir a mejor.
Desde
que recuerdo, he hecho todo lo que se supone que un joven tiene que
hacer. Acabé los estudios primarios y secundarios sin tener que repetir
ni un curso, destacando en algunas asignaturas y siendo mediocre en
otras, como tantos otros alumnos. Fui a un colegio en el que entrabas a
los 3 años y salías a los 18 con un solo objetivo: entrar en la
Universidad. Y eso es lo que hice. Me matriculé en Derecho con toda la
ilusión del mundo. […] Conseguí una beca de movilidad, descubrí lo que
era vivir lejos de la familia, de los amigos, de lo conocido y a valerme
por mí misma. Trabajaba los fines de semana y los veranos, como tantos
otros, para permitirme algún que otro capricho. Me enseñaron que tenía
que ahorrar, que solo me gastase el dinero en algo que necesitase
realmente o que desease con verdadero fervor. No fumo, no bebo, no me
paso la vida en un parque ni la noche en un botellón. Soy, lo que se
podría llamar, una joven normal, una de tantas otras, una chica
invisible.
Hoy
he ido a recoger el título que certifica que soy licenciada en Derecho
y, sentada en el tranvía, con un papelito en la mano que dice que soy
una más de tantos otros, durante el trayecto que cubre entre mi ya
antigua facultad y mi "puesto de trabajo" me he dado cuenta de que no
tengo futuro. Al menos no aquí. Y sin embargo la gente dice que tengo
suerte porque he conseguido entrar a trabajar en lo mío, aunque no me
paguen ni para el metro que tengo que coger todos los días, ni tenga
contrato ni forma de demostrar que estoy trabajando. ¿Esto es a lo que
podemos aspirar los jóvenes? ¿A sentirnos satisfechos por lograr
trabajar gratis?
La
generación de nuestros padres y nuestros abuelos, nos miran desde
arriba y nos comentan que ellos tampoco lo tuvieron fácil. Es cierto,
mis padres lo pasaron muy mal hasta que empezaron a progresar en la
vida, y poco a poco y con mucho esfuerzo han sacado a sus dos hijos
adelante, nunca nos ha faltado de nada e incluso han podido soñar en que
podíamos aspirar a llegar aún más lejos que ellos. Han conseguido su
futuro y ya tienen la vida resuelta. Pero hay algo que nunca tuvieron
que hacer : trabajar gratis y tener que sentirse afortunados por ello.
Si
me pongo a pensar en la situación del resto de mis compañeros de
generación, los únicos que están colocados son los hijos de personas
influyentes, algo que no extraña a nadie, pues siempre son los primeros
en encontrar trabajo. O más bien que lo tienen garantizado de
nacimiento. Son la nueva nobleza. El resto vive de becas que no llevan a
ninguna parte o han elegido opositar. De hecho, a nuestra promoción se
le ha puesto la etiqueta de opositores. Es la única forma de optar a un
puesto de trabajo fijo y no tener que abandonarlo todo para irte lejos
de los que más quieres para abrirte camino en la vida.
[…]
He elegido el sector privado, sin referencias, sin sangre azul, sin
padrino. Y lo he elegido porque es lo que realmente me apasiona, lo que
he querido siempre. Y sin embargo, ese convicción, esos sueños, empiezan
a derrumbarse. Acabo de cumplir 24 años, vivo en casa de mis padres,
trabajo sin contrato ni sueldo, no puedo irme a vivir con mi novio
porque después de buscar trabajo durante un año sin éxito ha tenido que
volver a estudiar. […]
La
realidad es que solo tengo una posibilidad de entrar en el mercado
laboral, pero implica un sacrificio que ya tuvo que hacer mi abuelo y si
en su día hubiese sabido que su nieta tendría que hacer lo mismo,
seguramente no hubiese regresado a España: emigrar.
¿Es
esta la solución al paro juvenil? ¿Oprimir tanto a los jóvenes hasta
que no tengan otra solución que marcharse y así descender el número de
parados? Son los que teóricamente lo tienen más fácil para moverse, a
fin de cuentas aun no pueden permitirse contraer responsabilidades que
les aten a algún lugar. ¿Por qué preocuparse por ellos si en cuanto se
vayan serán un problema menos para el Estado?
¿Nadie
se da cuenta de que somos el futuro y que las pensiones de aquellos que
nos miran desde arriba con sus contratos indefinidos blindados dependen
de que consigamos trabajar y, ante todo, cotizar? ¿Nadie se da cuenta
de que si los primeros que se van son los emprendedores, quién va a
quedar para tirar del carro?
Cada
noticia que leo sobre la crisis y la economía, hablan de jóvenes
parados, de porcentajes, números, bancos, políticos, consumo, empresas
que cierran, subvenciones, rescate y un largo etcétera. […]
No
nos engañemos, trabajo hay, siempre hay. El problema es que no quieren
pagarte por ello y si lo hacen, lo mínimo de lo mínimo. Aquí cada cual
mira por su beneficio a corto plazo y no se dan cuenta de que con ello
están hundiendo aún más el país. […]
Solo
quiero trabajar, cobrar un sueldo, formar una familia, estar satisfecha
con mi vida. Pero cada día tengo más claro que aquí, en España, no lo
voy a conseguir. Ojalá mi abuelo no se retuerza en su tumba, ojalá no
piense que se equivocó al volver a España, ojalá que se sienta orgulloso
de mí y que entienda que no estoy siendo cobarde y deje de luchar por
una tierra que es amada y odiada a partes iguales y me busque la vida
allá donde "joven" no significa carne de esclavismo moderno, de
explotación, de desechable.
Soy
de la primera generación que nació dentro de la Unión Europa siendo
española. Pero no viviré como una europea hasta que no cruce la
frontera.
Anónimo (Historias de los lectores), El País, 07/10/2010